Desde la infancia sentía que me faltaba algo y tenía un gran deseo de vivir en Estados Unidos o en algún otro país occidental. Creía que allí mi vida sería mejor. Así que realmente fui allí. Viví en Estados Unidos más de cinco años, pero no encontré eso que estaba buscando. Después intenté vivir en España, Lucemburgo y México, pero tampoco allí fui más feliz. En total, pasé doce años en el extranjero y, basado en mi experiencia, poco a poco me di cuenta de dos cosas.
Por un lado, empecé a darme cuenta de que la razón de mi insatisfacción no estaba en el lugar donde me encontraba, ni en las personas que me rodeaban, sino en algo con lo que no sabía lidiar. En algo que yo misma hacía. Y por otro lado, empecé a sentir que extrañaba la República Checa, porque soy checa de cuerpo y alma. Me encantan los cuentos de hadas y los finales felices, estoy acostumbrada a leer entre líneas, a superar obstáculos por mis propios medios y, en general, amo toda esa atmósfera checa nuestra.